La experiencia de Karina Zavaleta en EF Boston
Sábado 3 de Diciembre, recuerdo ese día como si el tiempo nunca hubiera pasado. Primero, déjenme presentarme, soy Karina Zavaleta , tengo 22 años y viví mi primera experiencia con EF hace un año. Mi viaje a Boston estaba por comenzar, no estaba nerviosa, de hecho no lo creía hasta que subí al avión y ahí recién procese todo lo que venía por delante. Era mi primera vez en Estados Unidos y lejos de mi familia. Además, nunca había viajado sola antes. Tuve una mezcla de sentimientos; tenía miedo, pero unas ganas enormes de llegar y conocer a todas esas personas de diferentes países.
Desde pequeña he vivido en Lima, una ciudad muy grande y cosmopolita. También he tenido las oportunidades de visitar bastantes países de Latinoamérica y Centro América. Todos esos países me llenaban de ganas de conocer el mundo. Sin embargo, en esa etapa de mi vida, buscaba paz. Quería encontrarme conmigo misma y conocerme más. Fue esa la razón principal por la que escogí Boston como destino.
EF tuvo una excelente organización tanto antes, durante y después de mi viaje. El staff desde mi llegada fue súper amable. Algo que también me asombro fue que el campus era más grande de lo que imaginaba, tiene cerca de cinco pisos. Tiene un ping pong room donde la mayoría de estudiantes va, habla y se entretiene. Tiene una cafetería bastante amplia, iLabs , etc. Yo decidí quedarme a dormir en el campus y compartir cuarto con dos roommates de China. Debo admitir que la primera semana no fue fácil, tuve un choque cultural fuerte con personas de Asia y Europa. Pero son esas situaciones las que más nos hacen crecer como personas. Por mi parte, aprendí a ser más tolerante, responsable, independiente y a ayudar sin esperar nada a cambio. Poco a poco, mi grupo de amigos se fue formando todo éramos de diferentes nacionalidades: vietnamitas, brasileños, franceses, chilenos, japoneses, holandeses, colombianos, argentinos, panameños y mexicanos. Hoy, cuando hablo de mis amigos de Brasil o Chile, me refiero a ellos como las personas con el corazón más bonito que he conocido.
Boston es una pequeña ciudad comparada Lima, pero es realmente pacífica, organizada y yo la consideraría inspiradora. Es esa ciudad donde se encuentran dos de las mejores universidades del mundo, MIT y Harvard. Yo fui en época de invierno, donde la nieve era parte de la vista en las calles. La temperatura podía llegar hasta -10 °C, pero bien abrigados y con un chocolate caliente o café no lo sientes. Además, cada lugar posee calefacción. La amabilidad es una las características principales de la gente de Boston y no hay lugar que no haya visitado; incluso en invierno fui a visitar Charles River y el puerto. Esta ciudad no dejaba de realmente cautivarme.
Podría escribir miles de hojas sobre todo lo que viví ahí pero no quiero que se aburran. Simplemente, quiero decirles que nunca tengan miedo de vivir nuevas experiencias y aventuras, amen viajar, disfruten cada instante, porque esos momentos no volverán a repetirse. Hagan lo que les mueva el corazón porque, créanme, cada decisión que tomen por más arriesgada que parezca si hace latir más rápido sus corazones es porque es justo lo que necesitan. Dejen que ese espíritu los mueva. Da miedo, pero no se arrepentirán. Yo hice eso antes de decidir viajar y debo confesar que nunca había tenido una experiencia tan bella en mi vida; excedió mis expectativas.
Mi vuelo de regreso a Lima duró cerca de doce horas y todas esas horas lloré. Los que me conocen saben que no soy de esas personas que llora fácilmente, pero lloraba porque no quería irme, no quería que ese sueño tan hermoso acabara. Sientes un dolor en el pecho y en los recuerdos únicos que viviste con esa diversidad de personas, pero luego del llanto se avecinan las sonrisas y pequeñas risas recordando los momentos con mis ahora amigos internacionales. Te das cuenta que tu camino se amplía en el mundo y contarás con gente nueva. Entonces, podrás decir tener otro hogar, otra familia. Sabes que viviste y dejaste un pedacito de ti en cada lugar que visitaste. Definitivamente no vuelves igual, algo en ti cambia después de cada viaje y más aún si es una de esas experiencias que EF ofrece.